sábado, 2 de diciembre de 2017

Estrenando diciembre

Cada vez que nieva subo a Brinkola a ver cómo está el panorama, ya que es donde más nieve suele caer del núcleo de Cercanías. Allí, además de sacar algunas fotos con el increíble paisaje que se forma, se puede disfrutar del auténtico sabor ferroviario, que cada día lamentablemente va a menos.

Dos 446, una apartada y otra efectuando parada hacia las 11:00.
Al llegar a la estación, he visto al factor tomando fotos con una Nikon; era también aficionado a la fotografía y ha aprovechado la ocasión para sacar algunas fotos. Tras entablar algo de conversación con él y fotografiar las 446 que estaban estacionadas esperando servicio ataviadas con lazos rojos por el Día Internacional de la Lucha contra el Sida, me ha dado información sobre las circulaciones previstas.

Irun-Abroñigal arrastrado por la 251-027 hacia 12:00 aproximadamente

Ha habido momentos en los que la ventisca casi acaba con mi cámara, haciendo que se le filtrase algo de humedad al objetivo y se empañase durante el viaje de vuelta. Tras tomar muchas fotos, entre ellas ésta de la 251-027 arrastrando un Teco a una prudente velocidad afrontando el principio de la dura subida que aún le quedaba hasta Alsasua, al volver a casa he podido disfrutar de un viaje en cabina en Cercanías gracias a un amable maquinista. Los golpes en el parabrisas de la nieve que caía de la catenaria me han dado algún que otro susto.

Un saludo y mi agradecimiento a los presentes.
Fotografías tomadas con el móvil durante el viaje en cabina. Estación de Zumarraga.

Antiguo apeadero de Gabiria.


Salida de la estación de Zumarraga en el lado Irún.

Viaducto de Ormaiztegi.

viernes, 14 de julio de 2017

Dispositivo policial


Poco antes de la toma hacia las 19:00h esta fotografía de un portacoches remolcado por la 253-059 en dirección al puerto de Pasajes, única caza del día, de un Cercanías con destino Beasain que efectuó parada en este apeadero salieron de entre los viajeros seis u ocho Guardias Civiles junto a un inmigrante. Nada más salir del tren los agentes comenzaron a cachearlo contra la pared del humilde cobertizo de ladrillo y chapa del andén de la vía 2 y a hacerle preguntas sobre su identidad, lugar de residencia y ocupación. Parece ser que no llevaba encima ningún tipo de documentación y poco después se lo llevaron al cuartel a averiguar su identidad, de donde saldría sin ningún problema en caso de tenerlo todo en regla.

Nunca sabremos el desenlace de este suceso, pero me ha recordado la primera vez que tuve contacto con la Ertzaintza, a raíz de sacar unas fotos cerca del viaducto de mi pueblo hace unos años. Aquel día, un miércoles si no recuerdo mal, salí antes del instituto o no tuve que acudir a clases, creo que por algún tipo de festividad en Beasain o algo similar. Para pasar el rato hacia el mediodía subí al apeadero de mi pueblo a sacar algunas fotos con aquel Samsung Galaxy Mini que usaba por aquella época, aunque al poco rato de llegar el hastío se apoderó de mí y para tener algo entretenido que hacer me decidí a cruzar el viaducto antiguo.

Quien conoce el viaducto, finalizado en 1864 y mantenido en servicio hasta 1995 y que cuenta con 291,5m de longitud y 34m de altura máxima, sabe que algunas de las placas de las pasarelas laterales corren gran riesgo de desprendimiento a causa de la corrosión debido a las décadas de abandono y falta de mantenimiento de éste, así que lo más recomendable es cruzar por la viga que cruza el puente entre las vías, que está repleta de remaches. Evidentemente ir por allí, a pesar de la anchura del puente, da impresión, ya que se puede apreciar la altura a la que estás por las rendijas entre las traviesas de madera, antes tapadas por chapas. Al fin, tras cruzar el puente, llegué al otro lado, donde saqué unas fotos más. 

Hacia las tres o algo antes pensé en volver al apeadero pero pensé que sería más fácil, cómodo y rápido volver por la pasarela del viaducto nuevo, ya que a pesar de que era algo poco frecuente, a veces desde la escuela de primaria San Andrés situada justo debajo pude ver a varias personas cruzar el puente. Efectivamente era más fácil, cómodo y rápido, pero a mitad de camino las vías empezaron a temblar y a emitir el ruido característico de cuando viene un tren, y no cualquier tren, me venía un Alvia a toda leche justo hacia Madrid, coincidiendo con el lado por el que pasaba yo. Seguramente, el maquinista, alarmado, pensó que estaría pensando en hacer una locura o que estaría haciendo alguna locura, así que debió llamar a la Ertzaina. 

Cuando llegué al apeadero estaban esperándome y se acercaban hacia mí. Yo, sin ninguna preocupación, les saludé y me empezaron a hacer preguntas: que  si qué hacía allí en el puente, que si en qué colegio estudiaba, que si a ver si mis padres sabían dónde estaba, que si querían hablar con ellos... a lo que contestaba sin ningún tipo de preocupación e incluso me ofrecí a llamar a mi madre para que bajase de casa a hablar con ellos, pero me dijeron que primero tenían que hacer unas comprobaciones y que fuera bajando andando hacia el pueblo porque en el coche patrulla (un Seat Altea) sólo podía montar en caso de ser detenido. Yo bajé las escaleras y esperé a que el coche bajase del apeadero, cosa que sucedió al poco rato. Me dijeron que podía irme y que tuviera más cuidado la próxima vez. Supongo que comprobaron mi coartada llamando al instituto y se dieron cuenta de que no engañaba a nadie.