jueves, 28 de febrero de 2019

La más cara de mi galería

Ésta es, como dice el título, la fotografía más cara de mi galería, al menos en cuanto a coste monetario asumido por mí mismo, de manera totalmente fortuita, todo hay que decirlo. Como se puede ver, se trata del Lince Madrid-Vitoria, servido en aquella ocasión por la limpísima 470-101, a diferencia de las que se ven a diario por la zona y de las que en reiteradas ocasiones se ha puesto en manifiesto su falta de «higiene estética». Como bien puntualizó en su día Gustavo Rivera, casualmente el título podría sugerir una referencia a “La obra más cara”, una campaña contra el graffiti de Renfe efectuada en la feria de arte Arco 2019 días antes de su publicación, aunque a decir verdad fue una coincidencia. Desde luego que merece la pena volver más tarde a casa para poder captar este tipo de fotografías con el ambiente que al llegar la noche toma la estación, pero es seguro que de haber sabido lo que me esperaba hubiera preferido tomarla otro día. 
Tomada en Vitoria el 1 de febrero del 2019 a las 20:55.
Pues bien, inocente de mí, confié en el Intercity 04177 que casi siempre viene puntual para llegar a Zumárraga, donde normalmente me recoge mi padre. que al tener una cena no pudo acudir; por lo tanto, no me quedaba más alternativa que el Cercanías que pocos minutos después de la llegada del Intercity parte hacia Irún o Rentería, ya que el último G005 de Goierribus sale de allí a las 22:00. Pocos minutos después de tomar esta fotografía, mientras esperaba en el andén de la vía 1, se anunció la llegada con 12 minutos de retraso que luego se alargaron a 14 del dichoso Intercity, y no pude hacer más que rezar por que recuperara lo perdido en el trayecto o que se retrasara también el Cercanías. Evidentemente, en lugar de recuperar ese tiempo perdió un poco más, ya que al llegar a Zumárraga tenía al menos 16 minutos de retraso, y el Cercanías ya había partido.

Ante tal desolador panorama se apoderó de mí la desesperación, empecé a buscar números de teléfono de taxis dando vueltas por la plazoleta de la estación centrado en mi teléfono. Por un momento una mirada me distrajo del smartphone, la reconocí al instante: era Maite, una entrañable exprofesora de primero y segundo de la ESO. Tras saludarla me comentó que ella y sus amigas se encontraban en la misma situación y les venían a buscar, pero que por desgracia no tenían más sitio en el coche. Agradeciendo su consideración me despedí de ella para intentar conseguir que un taxi me llevara a casa. Llamé al teléfono que figuraba en la parada, pero nadie atendió al teléfono; llamé también a un tal Fermín, que es quien en algunas juergas trae de vuelta a mis amigos, pero tampoco contestó. Debido a mi inquietud tuve que darme una vuelta por las anochecidas calles de Zumárraga mientras buscaba más números de teléfono y llamaba a mi madre, que ya se mostraba excesivamente preocupada por mi atraso por medio de WhatsApp y llamadas de telefono.

Al fin, tras unas cuantas llamadas, di con un taxista que atendió al teléfono y que tras acabar con un servicio que estaba efectuando iría a recogerme. 15 minutos después apareció un plateado y nuevo Mercedes-Benz con el distintivo de taxi en el techo. El señor taxista me atendió muy amablemente, charlamos durante los 5 o 6 kilómetros de trayecto. Pensé en darle  18€ justos en vez de los 17,4 que marcaba el taxímetro, como propina y también por la prisa que tenía por llegar a casa de una vez, pero no hizo falta, ya que al preguntarle cuánto era me cobró los 18€ directamente, pensando seguramente que mi nula experiencia en éste medio de transporte me hacía ignorante de la existencia de la pantalla que indicaba la coste del viaje. Me resigné por la impaciencia por llegar a casa y por lo insignificante de esos 60 céntimos a pagar sin rechistar y a bajarme del vehículo, entendiendo ya el porqué de la proliferación de esas plataformas alternativas en las grandes ciudades.

Así pues, esta foto de la 470-101 estacionada en la vía 1 de Vitoria tras servir el Lince Madrid-Vitoria me costó 18€. Espero que ninguna otra foto sea tan innecesariamente cara.

martes, 5 de febrero de 2019

Querido y odiado a partes iguales

Tomada en Vitoria el 26 de noviembre del 2018 a las 8:09/Publicada el 4 de febrero del 2019.
Si el viernes vuelvo en el Intercity 04177, un tren nocturno, rápido, cómodo, asequible y (casi siempre) puntual, el lunes voy en el Regional Exprés 16000, conocido popularmente al menos hace unos años como “el Lehendakari” tal y como me recordaron J.M. Trigos e Iván Amelibia, servido casi siempre por una 447 PMR. Normalmente suele tardar una hora y siete u ocho minutos en llegar desde Ormaiztegi (donde efectúa parada a las 7 en punto) hasta Vitoria. Es evidente que la comodidad del Intercity es superior, aunque la hora y poco tampoco es que se haga tediosa en estas unidades; el precio, curiosamente, es superior: los 6,70€ que desde el 1 de enero cuesta mi recorrido son muchísimo más que los 4,70€ que en tarifa promo cuesta el viaje de Vitoria a Zumarraga, el cual normalmente dura poco más de media hora.

A pesar de ello, este tren tiene también sus ventajas: permite a los estudiantes (entre los que me incluyo) viajar a Vitoria el lunes o cualquier día de la semana por la mañana, antes del inicio de las clases, en lugar de viajar el domingo por la noche. Además, más que un Regional Exprés es casi un Cercanías alargado, por lo que para en poblaciones guipuzcoanas en las que los Media Distancia no paran, haciendo que los viajeros no tengan que desplazarse a estaciones de mayor entidad.

Como ya he dicho, normalmente no falla en su puntualidad, aunque al ser uno de los primeros trenes del día los posibles percances meteorológicos ocurridos durante la noche pueden hacerle más mella en ésta que a otros. Hoy, por ejemplo, los efectos de las bajas temperaturas han creado problemas en la circulación de los trenes. Al llegar al apeadero a esperarlo, he apreciado que el Cercanías que a las 6:55 pasa hacia Brinkola estaba parado y banalizado en la vía 1 (la de Irún) a la altura del puente. En un principio pensaba que era alguno de los primeros Cercanías hacia Irún o Lezo que había tenido algún percance, pero acercándome allí me he dado cuenta de que en el puente había una segunda unidad en la vía de Madrid, la 447-283, con todas las luces apagadas y completamente parada. Tras unos cinco minutos la otra 447 ha reiniciado su marcha y yo, mosqueado, he vuelto hacia el apeadero, pensando que quizás el dichoso 16000 habría quedado suspendido o vendría con muchísimo retraso, ya que el siguiente tren anunciado (tras muchos cambios en la cartelería y la megafonía) en la vía 1 (la de Irún) supuestamente tenía como destino Zumarraga. A los 10 minutos ha pasado un 120 lentamente con paneles de "Madrid Atocha", y tras él el 16000, que me ha dado un increíble alivio, algo más de 30 minutos más tarde de lo habitual.

Nada más montarme ya he podido oír las quejas de los viajeros, a los que les fastidiaba más haber madrugado en balde que llegar tarde. "Es que la RENFE siempre igual", "estos trenes no están preparados para el invierno", "¡las siete menos cuarto y aún sin llegar a Zumarraga! ¡increíble!". Y aún les faltaba por aguantar: después de volver a su vía habitual en el apartadero de Gabiria, antes de entrar en Zumarraga el tren ha parado a la salida del túnel, cosa que horripilaba a más de una viajera. Menos de cinco minutos después, con la recepción de los viajeros de dicha estación, se volvían a oír las mismas quejas, ampliadas por algunos veteranos viajeros que parecían combatientes de la División Azul hablando de la nieve y el frío que pasaron hace un montón de años, esperando a este mismo tren.

A partir de Zumarraga la nieve se hacía más presente, y la helada catenaria producía luminosas chispas blancas y tirones que empezaban a aterrar otra vez a las viajeras que poco más y se desmayaban allí mismo. En Bríncola se presenciaba una escena aún peor: el tren, con las chispas y ya pocos tirones, llegaba a aquella desierta estación cubierta por la nieve. El factor estaba esperando también a su llegada, seguramente para darle alguna instrucción. Al salir, más chispas y tirones, un ritmo muy lento, quejas, teorías sobre la naturaleza de las incidencias, un cruce con un portacoches varado en la nieve cual ballena en una playa... llegan los túneles, entre los cuales se dejaba ver la preciosa y blanca sierra de Aizkorri iluminada por las luces del amanecer que han generado gran expectación entre todos los viajeros que iban despiertos, y la unidad acelera y asciende poco a poco hasta Alsasua, donde la situación ya estaba bajo control al parecer. Tras eso, en la neblinosa y algo nevada llanada, intentando recuperar un poco del tiempo perdido, ha acelerado el ritmo aunque moderadamente debido a las condiciones climatológicas, las frenadas eran más bruscas en las estaciones y las paradas eran ligeramente más cortas de lo habitual.

Al fin, a las 8:54, con casi una hora de retraso, ha llegado a Vitoria el 16000. Ha faltado poco para que los viajeros, a pesar de su evidente enfado, comenzasen a aplaudir, o al menos eso quiero pensar.