martes, 10 de septiembre de 2019

Agur Atxuri!



Muy pocas veces he tenido oportunidad de visitar Bilbao exclusivamente para tomar fotografías, y menos para tomar fotografías de Euskotren, pero esta vez no podía perder este tren, y nunca mejor dicho. Mi predilección hacia la vía ancha, la cual siendo sincero sigue en pie y que es fruto de vivir junto a una de sus líneas más importantes y estar ligado a ella desde siempre, ha hecho que al dar de lado a la vía estrecha (decir que le dí la espalda, a pesar de significar lo mismo, me suena peor y me parece exagerado) durante algún tiempo me perdí unas cuantas estampas irrepetibles, pero esta vez no podía dejar que eso volviese a ocurrir: Atxuri, la histórica terminal vizcaína, iba a ser cerrada el domingo al quedar integrados los trenes a Bermeo en la línea 3 de Metro. 

Tras explicarle el caso a mi padre, el sábado a la tarde decidimos partir hacia la Muy Noble y Muy Leal e Invicta villa, en la cual, tras recorrer su ensanche desorientados y encontrar un punto de referencia claro por el cual poder encontrar nuestro destino, pudimos aparcar ría arriba no muy lejos de la estación. Caminando por la ribera del Nervión llegamos hasta el puente de San Antón, donde se aprecia la exquisitez arquitectónica de los alrededores de la estación: la iglesia, cuya advocación es también de San Antón como la del puente, la casa cuna de construcción contemporánea a la estación y el Colegio Público Maestro García Rivero, un poco más tardío pero de igual calidad arquitectónica y digna de admiración. Pero la protagonista es la vieja estación de Atxuri, diseñada en estilo neovasco por Manuel María Smith y construida en 1914, complementando más que sustituyendo a la primitiva estación del Central de Vizcaya, construida en 1882. La elegante y achaflanada fachada principal, con el escudo de los Ferrocarriles Vascongados y su torreón, vio pasar en su día los antiguos Tranvías de Bilbao y desde hace casi dos décadas la calle adyacente ejerce de terminal para el moderno tranvía de Euskotren. 

Dentro, el sobrio y moderno vestíbulo, diáfano y quizás algo soso, contrastaba con el tradicional aspecto exterior del edificio. Un señor sacaba fotos al busto del D. José de Acillona y Garay, Marqués de Acillona y Presidente del Consejo de Administración de los Ferrocarriles Vascongados situado en un habitáculo más acogedor junto a los tornos y a dos preciosas vidrieras, una con el logotipo de ET/FV y otra con el escudo de Bilbao. Unos pocos viajeros iban entrando a adquirir su billete para el próximo tren a Bermeo, que llegaría para partir en unos diez minutos; es el único servicio que alberga ya la vieja terminal. Mientras, un par de empleados de Euskotren parecían supervisar que todo marchaba correctamente. Mi padre, que como siempre que me acompaña y por la costumbre de todos estos años toma la iniciativa de preguntar por mí, tras saludar a uno de ellos le preguntó cuál sería la mejor forma de entrar a sacar unas cuantas fotografías. El empleado dice que en teoría no debería dejarnos porque no estaba permitido, pero que comprando un billete sencillo o más fácilmente con alguna Barik podría entrar, y disimuladamente desde el andén más cercano a la ría en el que no hay cámaras y la visión desde las oficinas de  es peor podría sacar buenas fotos sin atraer posibles problemas tanto a mí como a él. 

No es la primera vez que un empleado de Euskotren me advierte de las omnipresentes cámaras, que como el Gran Hermano en 1984 de Orwell parece que les vigilan: una noche de sábado hace unas semanas, después de sacar unas fotos a una 900 en dirección a Bilbao en Deba, un empleado me vio sacando fotos al edificio, no pareció darle demasiada importancia. Cuando crucé el andén se me acercó y me preguntó amablemente si podía esperarme hasta las diez para sacar fotos, ya que él terminaba su jornada a esa hora y a pesar de que no estaba permitido no iba a impedirme sacar más fotos. Que me lo advertía para que le vieran las cámaras cumpliendo su cometido, pero que él estaría más tranquilo de esperarme a que se fuera. Yo le respondí que sacaría un par más y que me iría, que no se preocupase. Ante este suceso pregunté a David, maquinista de Euskotren al que más de uno conocerá también por su faceta como aficionado. Me contestó que el nuevo reglamento sólo permite la fotografía bajo el permiso del personal a cargo de la estación, pero que normalmente, y como he podido comprobar, nadie pone ningún impedimento. Consultando el Reglamento o las “CONDICIONES GENERALES DE CONTRATACIÓN DE EUSKO TRENBIDEAK / FERROCARRILES VASCOS, S.A., SOCIEDAD UNIPERSONAL, APLICABLE A LOS SERVICIOS DE TRANSPORTE POR FERROCARRIL, TRANVÍA Y FUNICULAR” del 6 de febrero de 2018, esto es lo que dice precisamente el artículo pertinente a fotografía ferroviaria:

“3.8.- Las personas viajeras se abstendrán de sacar fotografías e imágenes de vídeo sin el permiso pertinente, salvo que éstas vayan a ser utilizadas para uso doméstico y en ningún caso público. Si así fuera, deberán contar con la aprobación verbal del personal de Euskotren en estaciones. Si se desean realizar fotografías o grabaciones de vídeo fuera del ámbito doméstico deberán solicitar dicho permiso al Departamento de Comunicación, Comercial y Marketing, que estudiará la petición y, en su caso, la autorizará.”

Así que, sin sin saber si esta actividad artística o periodística amateur, si es que se puede calificar así a la fotografía ferroviaria que llevamos a cabo en esta red social y en muchas otras, corresponde al ámbito doméstico o no, eximo de culpa a cualquiera de los empleados que facilitan nuestra actividad pero que no quieren mancharse las manos dando ningún permiso expreso, o que no se ven facultados para ello y piensan que alguna instancia superior debe ser quien nos autorice, ya que el reglamento es algo ambiguo y asustaría a cualquiera tener que lidiar con desafiar a semejante artículo escrito por la mano que te da de comer; no menciono a quien no conozca el reglamento porque confío en el buen hacer de los ferroviarios y en que habrá muy pocos casos, y en el caso en el que se desconozca el reglamento considero que la culpa es suya. En cualquier caso, agradezco el buen trato recibido de los empleados de Euskotren y de otras compañías ferroviarias en general. 

Pues bien, no me entretuve mucho y tras pasar la Mugi por el torno salí al andén a sacar la foto. No me importó demasiado no poder sacar la típica estampa del tren con el puente y la iglesia de San Antón de fondo ya que la protagonista era la estación, y además por las condiciones lumínicas hubiera obtenido un resultado bastante malo. Tampoco tardé mucho en salir de allí tras tomar unas cuantas fotos a la 976 que estaba apartada sin servicio; sería la primera y la última vez que la visitaría tal y como se la conoce hasta ahora. Aún se respiraba cierta normalidad, la cual seguramente mientras escribía el esbozo de esta descripción y maldecía a Instagram por no dejarme publicar ni fotos ni historias correctamente sería alterada por decenas de aficionados dándole el último adiós a la centenaria estación. ¿Qué harán con ella? Al parecer, por un plazo indefinido, se mantendrá como cochera, y después dará paso a la ampliación de la red tranviaria; las oficinas y el puesto de mando seguirán allí. Los vecinos del barrio de Atxuri ya empiezan a reclamar espacio, al parecer para dar un respiro a las instalaciones del Colegio Maestro Rivero en forma de “espacio polivalente” o eso dicen, y la idea de la AAFB de montar en ella un museo ferroviario se da ya por imposible tras su carpetazo en un pleno del Ayuntamiento. Yo, con que no desvirtúen demasiado sus características de estación, me conformo, y ya si hacen algo mejor, pues bienvenido sea, pero creo que ninguno de nosotros tiene la esperanza de que eso ocurra. 

jueves, 5 de septiembre de 2019

Muro andante


Tras un largo y a ratos algo aburrido verano (a pesar de las buenas vacaciones y algunas reseñables jornadas ferroviarias) va acercándose el momento de volver a la normalidad, tan ansiada por algunos y tan desdeñada por otros; a pesar de ello, el ferrocarril, siempre presente en nuestra mente, sigue arrastrándonos a la vía, en algunos casos para observar y captar el paso de excepcionales circulaciones. El pasado martes me levanté bastante tarde y nada más encender el teléfono me encontré con el aviso de la bajada a mis lares de una de ellas. No había tiempo que perder, así que vistiéndome rápidamente subí al enclave del puente lado Madrid. La luz no me convencía en exceso así que pensé que en el encuadre de la fotogafía “Lo viejo y lo nuevo” era más conveniente, además de que le añadiría cierta espectacularidad. Para ello tenía que cruzar los puentes, uno de los dos, así que elegí el nuevo por comodidad, dándose la casualidad de que a mitad de camino el 16001 pasó en dirección Irún a escasos centímetros de mí. No lo tenía previsto, pero tampoco corrí ningún peligro. 
Me situé en el mencionado encuadre y ya podía oír la lejana voz sintética de la megafonía del apeadero: “Tren bat pasako da gelditu gabe, trenbideak ez gurutzatu/Va a pasar un tren sin parada, no crucen las vías”. Preparé la cámara… pero lo que venía era el Surex, que de vez en cuando, como fue el caso, se cruza en mi pueblo con el Arco.


Poco más tuve que esperar para disfrutar de estos curiosos armatostes, la 319-340 arrastrando el VUR, ambos en un deplorable estado estético en el que tiene origen el título y del que no merece la pena extenderse en demasía, aunque cabe mencionar que el frontal de la locomotora la pude limpiar obteniendo un resultado más que aceptable tras un buen rato frente al ordenador, no atreviéndome así con el resto de suciedad. 


Mientras a una velocidad bastante ligera se deslizaba por el viaducto en dirección a Irún este auscultador ultrasónico, una pequeña ardilla roja, quizás alertada por las casi imperceptibles vibraciones y temblores causados por el paso del convoy, asomaba la cabeza entre los raíles de la vía 1 del viejo viaducto, la de Irún, que no se ve en la fotografía. Mientras sacaba algunas fotografías del estado del puente para un compañero de Instagram, se dio un garbeo saltando y corriendo de forma envidiable por el tablero del puente, dejándose captar por mi cámara en un intento de “barrido”. Quién sabe, ¡quizás a ella también le gustan los trenes!