lunes, 3 de febrero de 2020

El adiós a una era


Tantas veces oímos la historia del lobo que cuando de verdad venía nadie se lo esperaba. Tras años y años de rumores sobre su posible supresión, pensabamos, como yo pensaba al subir la que fué paradójicamente la última foto del año pasado, que al menos este año y quizás el siguiente seguiría languideciendo en su eterna agonía, siguiendo como último bastión decadente de la tradición de los antiguos trenes de larga distancia, como un tren noble y superior venido a menos pero que sobrevivía con cierta dignidad como un hidalgo arruinado; pero de pronto, sin que ningún mal augurio pesara sobre él, la detección de la presencia de amianto en unos armarios de los sistemas de ventilación de dos de los coches de la serie 2000 que formaban parte de las composición del Intercity (para nosotros siempre Arco) Camino de Santiago terminará esta noche (nota: el texto fue publicado el 2 de febrero, pero por problemas que resultó tener el Surexpress de aquel día (un enfermo de coronavirus, un apagón en el suministro electrico, la caída de un árbol a la vía...) la rama Talgo encargada para cubrirlo no llegó y el Arco fue servido normalmente en dirección Hendaya hasta el día 3) esperemos que temporalmente, con el material convencional de este país, siendo sustituído por un Talgo IV; de lo malo malo sigue conservando algo de esencia, como lo hace el Surexprés, servido con el mismo material y conserva la nocturnidad que lo caracterizaba, aunque, como no lo fue en 2010 cuando el más que centenario servicio pasó a servirse con las ramas Talgo, en este caso tampoco será lo mismo. 


El primer Talgo usurpador del puesto del material convencional a su paso por el puente las Trianas, poco antes de llegar a la estación de Vitoria con unos minutos de adelanto y la 252-035 arrastrándola. La rama resultó ser la 4B12. 2-III-2020.

Viajé en él en varias ocasiones, la última vez la víspera del Día Todos los Santos, es decir, la noche de Halloween, y, si ya la habitual composición de dos coches daba impresión de declive, el interior de los coches no iba a ser para menos: el aire dentro daba una ligera sensación de polvo en suspensión, como de cerrado; la limpieza de los asientos (o más bien su limpieza no demasiado ortodoxa), junto con la nula de los antiguos ceniceros, hoy día reconvertidos en papeleras o pegaderos de chicle, transmitía la dejadez con la que la compañía prestaba el servicio. No digamos ya las molduras de los portamaletas y la iluminación, a veces desencajados y temblantes, que seguramente con un poco de mimo, o chicle de los ceniceros, podrían volver a su lugar. Tampoco ayudaron las pruebas del interventor, que dándole intermitentemente a los interruptores intentaba que se encendieran las luces fundidas, otro signo de la desidia y justo mantenimiento que sufrían los coches, haciendo que las luces parecieran tintinear como los fluorescentes de cualquier fábrica abandonada de una película de terror, y empeorando con su bienintencionado gesto el ya de por sí cargado ambiente, haciendo que fuera digno del día que se celebraba al otro lado del atlántico. La cafetería, que visité para comer alguna chuchería que llevaba conmigo para almorzar, estaba vacía, aunque el tren iba bastante ocupado, con turistas de diversas procedencias que de no ser por la noche profunda en la que estaba sumido el tren, que en aquellos instantes atravesaba las desiertas estaciones y sus intermedios páramos de la llanada a 160 km/h, estarían, como pude comprobar en otras ocasiones en el horario de verano, admirando anonadados las verdes colinas y los riscos de las sierras de Aizkorri y Urbasa.


De entre la niebla espectral que tanto caracteriza la llanada alavesa y de la que tan poco he sacado provecho durante mi estancia en Vitoria, llega la corta composición a la estación de la capital de la mano de la 252-043, que muestra una imagen bastante decrépita, y más que la mostraba con las pintadas ya casi translúcidas por el paso del tiempo que borré definitivamente de su lomo durante la edición de la fotografía. 6-II-2019.

Sin embargo, a pesar de la desfavorable imagen que da mi testimonio, los butacones y la inmejorable insonorización y suspensión de los coches, aparte de mi afición al ferrocarril y mi cariño al tren hicieron que el viaje, a pesar de los aproximadamente 10,50€ que me costó el billete con tarifa de Carnet Joven. A cualquier otra persona quizás esto no le hubiera parecido tan importante y valoraría peor su experiencia, por la estética y tecnología desfasada, el retraso que llevaba el tren (que en aquella ocasión sería de unos 5-10 minutos, pero que en otras superaba la hora.), la falta de los enchufes que por ejemplo en los 449 que sirven los Media Distancia están presentes… en fin, que a parte del horario, la comodidad y el recorrido, pocas ventajas tiene este servicio para algunos, aunque también tiene su clientela fija, gente que se hace todo el reccorrido y que estaban sin duda satisfechos con el servicio que hasta ahora se venía prestando, como la pareja de mayores que compartía la mesa central conmigo y que sonreían en cada curva, cuando la botella de agua que llevaban sobre la misma se deslizaba de un lado a otro.


En la mañana de una jornada cualquiera, el Arco arrastrado por la 252-041 en la habitual y lánguida composición de dos coches a su paso por Las Trianas. 16-II-2020.

La verdad es que dudo que Renfe desamiante dichos coches: para ellos éstos no tienen demasiado futuro, no van a saber sacarles rentabilidad y seguro que los dan ya por amortizados; además, el tratamiento de desamiantamiento, el cual necesita de personal cualificado y un procedimiento riguroso, no sería demasiado caro, pero teniendo en cuenta la tirria que la compañía le tiene a este tren, habrán aprovechado para darle el tiro de gracia definitivo al material convencional. Sin lugar a dudas, de haberle prestado más cariño y mimo a estos buenos coches y al servicio le hubieran sacado más tajada y aún circularía con el doble de coches y con las plazas ocupadas, habría más servicios y serían más rentables, pero es sabido que Renfe está a otros asuntos, como la consejería a la gestión de la Alta Velocidad en La Meca o entre Dallas y Houston, y no le interesa demasiado, es más, le aborrece el ferrocarril convencional. Pero bueno, ellos verán lo que hacen, y a pesar de la visión negativa que se tiene hacia la liberalización del ferrocarril, tengo esperanza en que ésta le dé una lección en el futuro a una empresa dirigida desde siempre por ineptos y enchufados de partidos políticos.

El penúltimo Arco en dirección a Galicia cruza el puente de Ormaiztegi. 29-II-2020.

Con esta fotografía tomada el pasado sábado, doy el último adiós a éste tren al que tanto cariño teníamos los aficionados y que tantas satisfacciones nos ha dado. Me hubiera gustado haberlo podido fotografiar en más sitios, pero tampoco puedo estar más contento por haber podido disfrutar de un tren tan bonito durante los últimos años. La falta de tiempo y ganas ha hecho que en estas tristes circunstancias suba mi primera foto del año, pero próximamente intentaré subir otras más con más historias y sucesos que contar.


El último Arco en dirección Hendaya, banalizado y semigraffiteado, efectúa parada en Vitoria con una composición de cuatro coches y la 252-033 en cabeza. 3-III-2020.