viernes, 14 de julio de 2017

Dispositivo policial


Poco antes de la toma hacia las 19:00h esta fotografía de un portacoches remolcado por la 253-059 en dirección al puerto de Pasajes, única caza del día, de un Cercanías con destino Beasain que efectuó parada en este apeadero salieron de entre los viajeros seis u ocho Guardias Civiles junto a un inmigrante. Nada más salir del tren los agentes comenzaron a cachearlo contra la pared del humilde cobertizo de ladrillo y chapa del andén de la vía 2 y a hacerle preguntas sobre su identidad, lugar de residencia y ocupación. Parece ser que no llevaba encima ningún tipo de documentación y poco después se lo llevaron al cuartel a averiguar su identidad, de donde saldría sin ningún problema en caso de tenerlo todo en regla.

Nunca sabremos el desenlace de este suceso, pero me ha recordado la primera vez que tuve contacto con la Ertzaintza, a raíz de sacar unas fotos cerca del viaducto de mi pueblo hace unos años. Aquel día, un miércoles si no recuerdo mal, salí antes del instituto o no tuve que acudir a clases, creo que por algún tipo de festividad en Beasain o algo similar. Para pasar el rato hacia el mediodía subí al apeadero de mi pueblo a sacar algunas fotos con aquel Samsung Galaxy Mini que usaba por aquella época, aunque al poco rato de llegar el hastío se apoderó de mí y para tener algo entretenido que hacer me decidí a cruzar el viaducto antiguo.

Quien conoce el viaducto, finalizado en 1864 y mantenido en servicio hasta 1995 y que cuenta con 291,5m de longitud y 34m de altura máxima, sabe que algunas de las placas de las pasarelas laterales corren gran riesgo de desprendimiento a causa de la corrosión debido a las décadas de abandono y falta de mantenimiento de éste, así que lo más recomendable es cruzar por la viga que cruza el puente entre las vías, que está repleta de remaches. Evidentemente ir por allí, a pesar de la anchura del puente, da impresión, ya que se puede apreciar la altura a la que estás por las rendijas entre las traviesas de madera, antes tapadas por chapas. Al fin, tras cruzar el puente, llegué al otro lado, donde saqué unas fotos más. 

Hacia las tres o algo antes pensé en volver al apeadero pero pensé que sería más fácil, cómodo y rápido volver por la pasarela del viaducto nuevo, ya que a pesar de que era algo poco frecuente, a veces desde la escuela de primaria San Andrés situada justo debajo pude ver a varias personas cruzar el puente. Efectivamente era más fácil, cómodo y rápido, pero a mitad de camino las vías empezaron a temblar y a emitir el ruido característico de cuando viene un tren, y no cualquier tren, me venía un Alvia a toda leche justo hacia Madrid, coincidiendo con el lado por el que pasaba yo. Seguramente, el maquinista, alarmado, pensó que estaría pensando en hacer una locura o que estaría haciendo alguna locura, así que debió llamar a la Ertzaina. 

Cuando llegué al apeadero estaban esperándome y se acercaban hacia mí. Yo, sin ninguna preocupación, les saludé y me empezaron a hacer preguntas: que  si qué hacía allí en el puente, que si en qué colegio estudiaba, que si a ver si mis padres sabían dónde estaba, que si querían hablar con ellos... a lo que contestaba sin ningún tipo de preocupación e incluso me ofrecí a llamar a mi madre para que bajase de casa a hablar con ellos, pero me dijeron que primero tenían que hacer unas comprobaciones y que fuera bajando andando hacia el pueblo porque en el coche patrulla (un Seat Altea) sólo podía montar en caso de ser detenido. Yo bajé las escaleras y esperé a que el coche bajase del apeadero, cosa que sucedió al poco rato. Me dijeron que podía irme y que tuviera más cuidado la próxima vez. Supongo que comprobaron mi coartada llamando al instituto y se dieron cuenta de que no engañaba a nadie.