miércoles, 8 de septiembre de 2021

En territorios de vía estrecha

Este verano he tenido la ocasión de visitar escuetamente varios enclaves típicos del ancho métrico español. Por diversas circunstancias, estas visitas no han sido tan prolíficas como hubiera deseado, pero creo que han merecido la pena por las bonitas estampas que he conseguido captar. 

En primer lugar, pude visitar sin cosechar demasiados frutos y con las prisas y poco margen de maniobrabilidad que un viaje familiar, uno de los puntos neurálgicos de la complicada historia de los diversos ferrocarriles económicos que, tras diversas fusiones y acuerdos, tramo a tramo cual retales terminaron conformando la red que vertebró definitivamente la industrialización de muchas regiones. 

A pesar de no haber podido dejar testimonio gráfico de ninguna circulación en la mencionada villa, la primera de Vizcaya siendo fundada en 1199, pude observar algunos de los restos que aún quedan en ella de tan fervoroso pasado ferroviario. Es infinitamente más conocido el patrimonio culinario cristalizado en las famosas pucheras, pero también quedan aún algunos edificios como, aparte de la actual estación del Cadagua, la de La Robla, ahora ya en desuso albergando un convoy de plataformas, un andén lleno de yerbajos, una señal mecánica y un curioso edificio de vía y obras. 

Una vista de Valmaseda, una señal mecánica y la estación de La Robla. 8-VIII-2021

El Correo cruzando el viaducto de Arija en dirección a León, 8-VIII-2021. 

Visité también la burgalesa Arija, un pueblo lleno de vestigios arquitectónicos de la Cristalería Española que tanta vida le dió desde principios del siglo XX y que con la construcción del Pantano del Ebro trasladó sus instalaciones a la población asturiana de Avilés; no es difícil imaginar, a pesar del algo desolador panorama actual, el trasiego y ambiente que generaba en su momento en esta actualmente casi despoblada población, la citada gran industria y el FC. de La Robla. Actualmente unas minas de arena ocupan los terrenos y algunos edificios del basto complejo, pero no parece que su actividad anime tanto las calles como los campistas que acuden a refrescarse a la gran balsa de agua. De su bonita estación, casi congelada en aquella época pasada, parten ahora areneros de manos privadas —de Continental Rail para ser más precisos—, que mi cámara no tuvo ocasión de presenciar. Sin embargo, pude ver el mítico Correo 8700 Bilbao-León, servido por la 2705 en el célebre puente que salva el embalse a pocos metros de la estación en el lado León. El pequeño automotor, que tarda 7h30min en recorrer los 335 km que distan entre La Concordia y Matallana, se tomó su tiempo en aparecer en el encuadre; no tenía demasiada prisa por llegar a la cuna del parlamentarismo, y seguro que sus ínfimos viajeros a lo largo de la línea perdonarían piadosamente como yo los cinco minutos de espera. 

Estación de Cistierna, 9-VIII-2021.

En Cistierna, el panorama parecía más animado, tanto en el pueblo como en la estación: aunque ninguna otra industria tomó el relevo de las minas del Sabero, sus calles y sobre todo sus bares rebosaban vida gracias a los turistas, atraídos por el bonito entorno natural y agradable clima que en su mayoría se albergaban en segundas residencias o en el excelente camping, que ofertaba sus servicios por una atractiva tarifa plana de 15€ la noche. En los andenes, bien restringidos con tornos, algunos viajeros esperaban al Correo 7801 Bilbao-León servido por la ya mencionada 2705, que de nuevo con unos cuantos minutos a sus espaldas llegó a la estación para cruzarse a las 15:38 con el Cercanías Guardo-León. Este último, servido esta vez por la pantonizada 2909 y que cubre en poco más de dos horas una distancia de 84 km, parecía haber llegado bastante adelantado, pues ya llevaba apartado un buen rato para cuando llegué al paso a nivel, un encuadre alternativo al abrigo del viejo almacén de mercancías. Las instalaciones ferroviarias de Cistierna, que hoy día albergan un pequeño museo en su depósito, y los distintos pozos mineros y demás ingenios río arriba, que a su vez también cobijan otro museo, dan a entender la gran importancia que tuvieron para la región hasta hace pocas décadas las actividades extractivas de la hulla. A decir verdad, los cotos mineros de Palencia y León fueron los principales motivantes de la construcción de la línea, para alimentar la siempre hambrienta siderurgia bilbaína. 

Imágenes del cruce en Cistierna entre el Correo a Bilbao y un Cercanías a León. 

Después de una corta visita a León, donde recientemente se ha terminado un chapucero soterramiento y el viejo ferrocarril de La Robla ha de quedarse a las afueras por unas incomprensibles operaciones urbanísticas, decidimos poner rumbo al norte, siguiendo la carretera N-630. Ésta sigue más o menos el rumbo del ferrocarril hacia Asturias, pasando por Pajares. A pesar de que no pude disfrutar demasiado bien de los paisajes y de las impresionantes estaciones, por una carambola de la suerte me encontré con el BT 355-001 en la estación de Villamanín. Habiendo aparcado mi padre la furgoneta junto al viejo almacén de mercancías reutilizado como taller de coches, y estando yo sacando unas fotos y charlando con un par de aficionados que allí se encontraban, salió del mismo un viejo ogro diciéndole que aquello era un terreno privado. Mi padre le respondió que era cosa de cinco minutos y que no le molestaríamos, a lo cuál contestó que "le daba igual", por lo cual, por ahorrarse la discusión, la movió unos metros más para adelante, en un viejo tramo de la carretera. Los dos aficionados esperaban la llegada de un maderero remolcado por una 251 que, por no estomagar a mi padre y a mi hermano, decidí no esperar, y con el que me crucé después en Busdongo. 

La BT en Villamanín, 10-VIII-2021.

Tras cruzar a Asturias —patria querida, como mi difunto abuelo solía cantar, cántico popular quizás aprendido en sus andanzas como requeté en la guerra civil— pasando el alto del puerto de Pajares, poca cosa más pude visitar. Al menos tuve la suerte de poder explorar a fondo el pequeño puerto de San Esteban de Pravia, antaño de gran importancia, cómo no, para el transporte de carbón asturiano a los Altos Hornos de Vizcaya. Hoy día reconvertido en un algo solitario y humilde puerto deportivo, fue a principios del siglo XX un hervidero de actividad económica tras la llegada en 1904 del Ferrocarril Vasco-Asturiano, y desde luego, aún son visibles las diversas obras efectuadas al albor de la dictadura de Primo de Rivera. Las tres impresionantes gruas armadas en los talleres de Zorroza de la Babcock & Wilcox hacia 1929 dominan junto con los contemporáneos cargaderos y tolvas el paisaje de la desembocadura del río Nalón, y forman una estampa entrañable con el edificio de la estación, que por estilo seguramente se construyó poco antes del comienzo de la decadencia a finales de los 60.

La 3313 estacionada poco antes de salir de vuelta hacia Oviedo. 11-VIII-2021. 

En fin, gracias a este verano he podido profundizar algo más mi escaso archivo fotográfico de vía métrica, ancho que conformó una red importante desde finales del siglo XIX hasta los años 60 del siglo XX para conectar comarcas y ciudades, industrias y minas, y echado a perder primero por la decadencia industrial y después por la desidia, la ignorancia y la dejadez de la administración pública, dirigida por políticos poco más interesados en otra cosa más que en llenarse los bolsillos a costa de los demás sin dar palo al agua; incapaz de encontrarle un nicho de mercado fuera de los núcleos de Cercanías de mayor demanda y condenándolo por ello a la rueda de la bruja que conforman el desinterés, la descapitalización, la desinversión y la falta de rentabilidad y competitividad en los tramos de menor intensidad de tráfico. Viendo esto, no es de extrañar que poco a poco también desde hace décadas esté pasando lo mismo con las líneas convencionales de vía ancha. 

La 951 “Ganguren” de Euskotren de camino a Bermeo, en la playa de Sukarrieta, parte de uno de los tramos más bonitos de la vía estrecha. 28-VIII-2021