martes, 30 de abril de 2019

Jornadas de reflexión

El sábado, durante la jornada de reflexión, tuve conocimiento de este curioso traslado de plataformas de Continental Rail. Para fotografiarlo elegí el encuadre del puente que tantas alegrías me ha dado siempre en días nublados. Hacia las 18:05, tras un buen rato esperándolo, pude oír el rugido de la 333.381 proveniente de Irún arrastrando este tepla.

Esta Semana Santa, por la avería en el vehículo que iba a llevarme de vacaciones junto con mi familia, he tenido que quedarme en casa. Creo que de realizarse el viaje hubiera sacado pocas fotos ferroviarias, ya que la parte costera de las Landas es un erial en cuanto a ferrocarriles; sin embargo, he aprovechado este contratiempo para volver a algunos sitios que casi tenía olvidados, aunque los resultados la myoría de veces no han sido demasiado satisfactorios.

Sin embargo, he podido apreciar cómo poco a poco las cosas cambian, aunque otras se mantengan igual: en la estación de Hernani pórticos fijos sustituyen a los sustentadores que anteriormente, como en la mayoría de apeaderos, prestaban su servicio perfectamente. En Zumarraga, los remozados andenes y los modernísimos ascensores (más lentos que los de Vitoria) hacen las delicias de los viajeros más exigentes y también de los necesitados de tal infraestructura, como en Beasain, donde además la sensación de estrechez del andén de la vía 2 ha aumentado por la colocación del borde rojo con línea amarilla y el edificio de viajeros de estilo neovasco construido en 1980 ha quedado semienterrado por el considerable aumento de la altura del andén. Sin embargo, la comercial de la taquilla sigue siendo la misma que cuando yo era un niño, imagino que ahora observando cómo cada vez su trabajo se relega cada vez más a la atención del buen funcionamiento de los tornos en pos de la automatización del servicio y menos a la expedición de billetes. El susodicho edificio sigue aguantando tan recio, sólido y elegante como siempre el clima de la zona.

En Brinkola, los cada vez más gastados andenes, cuyos bordillos de piedra caliza oscura y agradinada van desintegrándose poco a poco y remendándose en algunos tramos con remociones de hormigón tras aguantar quién sabe cuántas décadas, siguen dando su humilde servicio a los poquísimos viajeros que pisan la estación. En el vestíbulo, la ventanilla de la vieja taquilla ha sido anulada con chapa verde para evitar posibles actos vandálicos, y a su lado se yergue la anuladora para tarjetas Mugi, que ya ha recibido su bautismo vandálico de parte del “Punk” en forma de grabado uno de los laterales. Las puertas, siempre abiertas, aguantan la corriente como pueden: en alguno de los embates del viento unos cachos de madera de su cristalera se han desprendido, pero durarán unos cuantos años más.

La 447-285 a punto de salir hacia Lezo-Errenteria el 5 de abril del 2019 a las 19:35.

Otra cosa que no ha cambiado es el masivo uso de los trenes de Cercanías durante la Semana Santa. Durante el trayecto de vuelta de un viaje a Hernani por una visita familiar pude comprobar por mí mismo lo llenos que siguen yendo los trenes en estas fechas, llenos casi desde Zumarraga hasta San Sebastián de viajeros que parten a media mañana animados y conversando en voz alta para poderse oír y formando un barullo formado de temas tan interesantes como el tranvía de Vitoria o la diferencia de ancho de vía entre España y el resto de Europa y otros no tanto, al menos para mí; y vuelven al final de la tarde, con menos ganas de hablar debido al cansancio de una agotadora pero ociosa jornada. Una salada niña llamada Eunate de unos cuatro o cinco años de edad, expresó su deseo de salir cuanto antes de aquel abarrotado y caluroso coche diciendo a su madre que “le gustaría vivir allí” señalando hacia afuera nada más llegar la 447 al apeadero de la localidad de Ikaztegieta. Su madre, sorprendida, le respondió que qué iban a hacer allí, que allí no había nada, que se estaba mejor en Ordizia, mientras la niña aprovechaba la corta parada para intentar conseguir algo del frescor que llegaba desde afuera por la puerta abierta por medio de aspavientos. Así estuvo parada en parada hasta llegar a la suya. El tren se vació más o menos en Beasain, si bien gran parte de los asientos seguían ocupados.

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