lunes, 11 de enero de 2021

Año de nieves, año de bienes

 Para dejar atrás los sinsabores del 2020 que sin duda nos quedarán cual "paluego" entre los dientes por varios años, este 2021 ha traído la nieve para deleitarnos gracias a la borrasca "Filomena", aunque la circulación de los trenes y en general los medios de transporte haya sufrido numerosas afecciones que nos han dificultado en cierta medida disfrutar de la afición. 


La nieve llegó a mi pueblo el día 2 de enero, pillándome en cierta manera desprevenido y escéptico. Me levanté algo tarde y nada más mirar por la ventana me vestí y salí con la cámara a cuestas en dirección al barrio de Mendizabal, con la intención de tomar una fotografía general de Ormaiztegi nevado con alguna circulación a su paso por el viaducto. Pocas fotografías (si no ninguna) han sido captadas desde allí, al contrario que el ya celebérrimo encuadre del pinar talado, que, si metafóricamente llega a ser el pozo de Urbeltz —pozo de aguas sulfurosas situado metros abajo que alimentaba el viejo Balneario— ya estaría más seco que la mojama. De hecho, allí estaban al parecer apostados varios aficionados donostiarras, maravillados por la nieve goierritarra que no llegó a la cota 0. 

Mi intención era captar todo el pueblo en una panorámica, desde los caseríos de Berroeta y Agerre hasta la carretera A-636, que estaba siendo despejada por un quitanieves, pero la neblina procedente del calor de las casas y las bajas temperaturas, junto con la escasa memoria RAM de mi portátil barato chino hicieron difícil crear la fotografía que yo quería. Además, una incidencia en el suministro eléctrico y alguna otra incidencia menor interrumpió el tráfico entre Alsasua y Zumárraga, haciendo que lo único que se pudiera ver fueran las incansables 447 de Cercanías, cumpliendo como casi siempre puntualmente su servicio, y así lo hacían también el día 4, cuando la nevada arreció de nuevo en cotas algo más altas, manteniendo algo de nieve en mi pueblo y un exquisito manto de nieve en Brinkola, donde pasé un rato agradable pero no demasiado fructuoso con algunos compañeros. 



El resto de la semana pasada, en los ratos que me dejaban mis estudios, pude disfrutar de bonitas estampas en Vitoria, donde los tranvías rodaban en su salsa, al contrario de los trenes de Renfe, los cuales seguían sin levantar cabeza en gran medida por la grandiosa nevada en la meseta; estando casi todos los trenes suspendidos, poco había que ver en la vía ancha, aunque estos últimos días de ha dejado ver alguna que otra circulación. En fin, da un poco de lástima ver en qué ha quedado el ferrocarril, que antaño con peores condiciones técnicas y meteorológicas conseguía abrirse camino y hoy sin embargo queda paralizado a nada que cuaja un poco. 

Dedico estas fotografías a mi hermano, quien a las nueve horas y quince minutos del día de hoy ha alcanzado la mayoría de edad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario